SADE Villa María

06 octubre 2006

El angel rojo con alas de fuego - de María Elena Tolosa

En la calurosa siesta de noviembre, Juán y su hermano menor se hallaban correteando bajo los enormes árboles del bosque forestal en el que se hallaba la nueva vivienda que ellos habitaban, investigaban todo cuánto no conocían de aquel lugar, había en ese bosque, enormes eucaliptos, a través de su follaje el sol apenas se filtraba, hasta llegar al suelo cubierto de ramas y hojas secas, como es de suponer en ese ramerío anidaban alimañas de todo tipo, hormigas, arañas, ofidios.

El hermano de Juán siempre descubría extraños senderos, se inclinaba sobre el suelo hasta hallar algún indicio, que casi siempre no conducía a ninguna parte. - Mira Juán grito de pronto! Aquí parece que ha pasado un ofidio - ¿Por qué dices eso, que te lleva a suponer que es así? Responde Juán - Hay escamas y su senderillo sigsagueante- Subraya el niño - Ten mucho cuidado puede que por allí se esconda el bicho y si muerden lo puedes pasar mal, o no pero estoy en lo cierto si pienso que nos daría un buén susto.

De momento se acercaban los hermanos, luego se separaban cada uno por su lado, de pronto Juán se detuvo asombrado ante el enorme tronco de un árbol cubierto de una blancuzca corteza de semi despegada, tomó con sus manos la cáscara y comenzó a rasgarlas, se sintió el aparo crujir en medio de la calurosa siesta, debajo de la áspera lámina se hallaban infinidad de insectos, Juán quedose contemplando todo aquello, ese mundo oculto de la sabia naturaleza, cuando de pronto irrumpió en el ambiente un grito desgarrador, en llamado de auxilio. - ¡Juán, Juán ven por aquí por favor! Era la voz de su hermano, Juán corrió al lugar de donde procedían los gritos desesperados, al llegar vió sentado en el suelo sobre la hojarasca al niño, apretando con sus manos una de sus piernas. - ¡me mordió el bicho Juán! ¿y ahora que hacemos? Dijo entre sollozos- - ¿Cómo era? ¿la viste, pudiste observar su color? Pregunto Juán - Si, si la vi, era oscura y me clavo sus colmillos, me duele, me duele mucho, llévame a casa. Juan sin mediar palabras tomo a su hermano en brazos y lo condujo hasta la vivienda.

Todo transcurrió tan de prisa, que no sabían en realidad como había sucedido. El padre de ambos se hallaba fuera de la casa bajo la sombra de una morera discutiendo con unos vecinos, el precio de unos cueros, uno de ellos, alto robusto de ojos muy claros, a cambio de escandalizarse tomo con calma lo sucedido y dijo. - Hay un solo remedio para esto y ya la conozco, es la única que van a encontrar por aquí, se trata de lo siguiente, cruzando el bosquecillo, luego de atravesar el angosto sendero, en una cabaña que simula abandonada, vive un curandero o brujo como quieran llamarle, el posee una piedra verde con propiedades curativas muy eficaces, al decir esto observó fijamente los ojos de Juán, acotó luego - Eso si, se rumorea que el hombre es antiguo y gusta de los jóvenes apuestos, pero yo que tu Juán iría lo mas pronto posible al lugar a ver si podemos salvar a tu hermano de una muerte segura. - ¿Puedes acompañarme? Dijo Juán al vecino. - Lo siento, yo debo volver a mi morada, ya que mi mujer no sabe donde me encuentro y estará preocupada, pero mira, sigue por la hilera de plantas mas bajas, cruza el sendero, adéntrate en la isleta de algarrobillos y te hallarás frente a la cabaña, el brujo se llama Milón y solo el posee la piedra sanadora. Juán entró a la casa donde su padre y los demás vecinos se hallaban con el niño, comunicó a su padre la decisión de ir a lo del curandero, bebió unos sorbos de agua y salió corriendo de la vivienda, al atravesar el patio, ya no vio al vecino de los ojos claros, pero eso no le llamó demasiado la atención, comenzó a correr en la dirección que le dieron, el joven rezaba y sollozaba, quien sabe que podía ocurrir, pero y el brujo... solo el poseía la piedra milagrosa, Juán prosiguió su carrera en medio del sofocante calor, por momentos su vista se nublaba, el solo pensaba en su hermano, lo único que importaba era traer la piedra verde, para salvar al niño. Juán cruzó el angosto camino y casi de un salto entró en el bosquecillo autóctono, de pronto frente a él a unos pocos metros, aparentemente abandonada se hallaba la cabaña, se detuvo, mucho no le seducía la idea de llamar en ella, pero sabia que debía hacerlo. La tarde no había avanzado demasiado, continuaba el calor y las sombras del monte comenzaban a inclinarse hacia lo opuesto del ocaso, Juán batió con fuerzas sus manos, dando un grito de bienvenida, por unos momentos nadie respondió, luego apareció en el umbral dela puerta amurallada de troncos, una figura cubierta casi en su totalidad por una arpillera rotosa y sucia, una capucha echada hacia delante cubría gran parte de su rostro, la figura del hombre por fin da señales, emitiendo una voz fingida y dijo - Ya sé que quieres aquí, la piedra verde para curar a tu hermano - ¿Cómo lo sabes? Dijo Juán - Yo lo sé todo, mira esta es la piedra que buscas Así respondió el extraño personaje, mientras tenía la piedra en sus manos y se jactaba de ello. - ¿La quieres de verdad? - Si, por ello vine hasta aquí, dámela ya que estoy muy apurado, luego te la devolveré- - Tienes que traerla enseguida después de usarla, de lo contrario un ángel vestido de rojo que posee sus alas de fuego, te llegará a ti y luego de arrebatarte la piedra acabará con tu vida- - Te la devolveré, lo juro, dámela ya. El brujo se aproximó a Juán y lo miró fijo a los ojos, puso sus manos sobre los hombros del joven, fue recorriendo con ellas sus brazos con mucha suavidad, se detuvo en las manos de Juán y apretándolas con fuerza las llevó hacia sus genitales, este sintió algo tenebroso corriendo por su cuerpo y recordó lo que el vecino había comentado a cerca del brujo, Juán cerró los ojos, el hombre comenzó a pasar su lengua sobre el rostro y el cuello del joven, mientras acariciaba sus partes íntimas, levanto la túnica de arpillera que lo cubría, se hallaba desnudo de la cintura hacia abajo, le dio la espalda, he hizo que Juán se inclinara hacia delante, el brujo se dejó caer sobre el piso de tierra y el joven junto a el. Juán no supo cuanto tiempo había transcurrido, se hallaba en medio de una horrible pesadilla con la piedra verde en la mano, tenía lágrimas en los ojos, sintió la humillación de la impotencia, el estómago se le retorcía, tuvo la impresión que iba a vomitar para liberarse en esa forma de lo ocurrido.

En su estado casi de inconciencia, en medio de tan horrible situación el joven alcanzó a ver que la falsa esmeralda tenía una hendidura en su interior, el brujo se hallaba tendido en el piso de la cabaña, jadeando y viendo a la vez, sin mediar palabras Juán salió corriendo de aquel lugar con la piedra verde apretada en su mano derecha, corrió con los ojos casi serrados, tomo el camino de regreso al llegar a los eucaliptos altos linderos a su vivienda, comprobó que el sol había declinado bastante, frente a la casa divisó a la distancia a muchas personas, o si bien no eran muchos eran más que las que se hallaban en el lugar cuándo el partió, estaban platicando, entraban y salían por la puerta grande, cuanto más se acercaba, más le quemaba la piedra en la mano, comenzó a caminar lento como presintiendo al siniestro, cuándo se acercó al grupo su padre corrió hacia él y abrazándolo dijo - Demasiado tarde hijo mio Juán se hecho a llorar amargamente, por momentos solo veía ante sus ojos a su ángel rojo con sus alas de fuego que pretendía devorarlo, los hombres que estaban fuera de la casa le daban palmadas en la espalda sin proferir palabras, el los reconoció eran los que estaban antes con su padre, se habían sumado algunos más sin duda otros vecinos, pero y el hombre de los ojos claros ¿Dónde estaba? Seguro no se encontraba entre ellos en ese preciso momento, fue cuestión de segundos y como una misión diabólica, el hombre de ojos claros hizo su aparición, con una irónica sonrisa en sus labios, los ojos enrojecidos y sin decir palabras observó la piedra verde que Juán aún tenía apretada en su mano, de pronto la soltó, la dejó caer al suelo, miró fijamente al hombre, no atinó a nada ¿Quién era Milón? Se dio cuenta en esos momentos que el brujo tenia los ojos del mismo color que los del extraño vecino, pudo existir una camino mas corto o un galope a caballo para llegar a la cabaña.

A Juán solo le restaba aguardar el ángel rojo con seis alas de fuego, la falsa esmeralda yacía a sus pies.

María Elena Tolosa, nació en Carrilobo, provincia de Córdoba, actualmente reside en Villa María. Publicó tres libros de poemas, incursionando ahora en la narrativa, ganó certámenes en Villa María y otras localidades del interior.

ilustración: Angel Rojo de Carlos Barrios, artista mexicano